Algo ha pasado by Joseph Heller

Algo ha pasado by Joseph Heller

autor:Joseph Heller [Heller, Joseph]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1974-11-15T00:00:00+00:00


* * *

Es un buen chico.

Estoy tan contento. Y no puedo menos de reírme con él, para que sepa que valía la pena arriesgarse y que no se lo haré pagar.

Mantenemos diálogos breves, socráticos, él y yo, sobre casi todos los temas (las frases se suceden ágilmente en forma de preguntas y respuestas rítmicas) y nos lo pasamos muy bien los dos. (Con mi hija sostengo polémicas y discusiones desmoralizadoras que tienden a estar sobrecargadas de acusaciones y refutaciones personales, aun cuando ella empieza a hablar, de forma objetiva y desapasionada, sobre la vida y su significado, o sus amigos, o los míos. Tiene muchas cosas que decir sobre la gente que conocemos mi mujer y yo, como si fueran asunto suyo). Yo soy Sócrates, él es el discípulo. (O así es, en apariencia, hasta que vuelvo sobre algunos de nuestros diálogos al quedarme solo, y a menudo me parece que tal vez él sea Sócrates. Sé que lo quiero. Él me quiere. Él es bueno. Yo no.

—Qué bueno eres, papá —me dice muchas veces. Me abraza mucho.

—¿Sabes, papá? Eres muy bueno a veces. —Hasta mi hija me lo dice de vez en cuando.

Puede ser, por lo tanto, que no siempre sea tan malo como creo. Me encanta que me elogie cualquiera, hasta los miembros de mi familia. Me hace sentirme importante. Me vuelvo expansivo. Nadie es bueno siempre. Todos somos buenos algunas veces). Y no es posible prever en qué dirección volarán nuestras palabras, ya que no es posible predecir de antemano qué observaciones celosamente guardadas brotarán de pronto de sus labios para verbalizarse casi sin quererlo, ni qué preocupaciones, con toda intención, al cabo de siglos de cavilación reconcentrada y especulación interior, decidirá sin mayores preámbulos sacar a relucir. (Y cuando lo decide, no hay quien lo detenga.

—¿Tuviste que follarte a mamá para tenerme a mí? —me preguntó una vez.

—Ese no es el porqué —le dije.

—El porqué ¿de qué?

—De por qué lo hicimos o por qué te tuvimos.

—Pero es cómo me tuvisteis, ¿no?

Se diría que la idea no le gusta).

Nunca corre riesgos innecesarios. (Yo tampoco. Salvo con las mujeres, e incluso en estos casos tiendo a jugar a lo seguro). Nunca, que yo sepa, ha participado en una pelea a puñetazos. (Tampoco intervendría yo en una, a menos que fuese cuestión de vida o muerte. La manzana no ha caído lejos del árbol). No le gusta intimidar ni maltratar a chicos más pequeños o más débiles que él. Hace todo lo posible por evitar a alguien a quien teme, aun cuando eso signifique no participar en actividades que le atraen o renunciar a la compañía de otros chicos que le caen bien. No sabe qué hacer cuando un chico mayor, o más fuerte, e incluso más pequeño, lo empuja o le grita, o cuando una pandilla de chicos de otro barrio le quita la bicicleta o el bate de béisbol (como le ocurrió en días sucesivos en el parque en Nueva York la primera vez que fui a la convención de la compañía en Puerto Rico.



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